“El piojo pisaba fuerte.
Cuando llegaba el otoño nada le gustaba más que caminar bajo los árboles pisando las hojas secas.
Crac crac hacían las hojas y el piojo sentía una música que lo llenaba de alegría.
Nada le gustaba más. Nada, además de andar enamorado, mirar la luna cuando estaba en cuarto creciente, sentir el ruido del río al anochecer, mirar la luna llena, subirse a los árboles para ver más lejos, pasear en lomo de elefante, escuchar las mentiras del sapo, correr carreras con su sombra y...
Bueno, pero ahora, en este mismo momento, nada le gustaba más que pisar las hojas secas. Y las pisaba apretando fuerte, para que hicieran el ruido más grande.“Si bien siempre fui una ávida lectora, durante mis años de madre vi reducido el tiempo que podía dedicar a la literatura. Sin embargo, en el afán de transmitir a mis hijos el placer de leer, pasé mucho tiempo leyéndoles a ellos y tratando de encontrar las mejores alternativas. Fue así como me encontré disfrutando de un género del que yo había dispuesto solamente en forma limitada durante mi niñez. Así como para los adultos, para niños hay libros y libros. Hay libros insípidos y hay otros que son realmente geniales. Me resulta grandioso cada vez que encuentro uno de esos ejemplares que realmente estimulan la imaginación del chico y lo hacen dar un paso más hacia una vida de amor por la literatura. El pasaje citado arriba pertenece a "Historias del piojo", por Gustavo Roldán, y se me vino a la mente cuando volvía de acompañar a Matías a la parada del micro, haciendo mucho ruido al caminar por las veredas cubiertas de hojas secas.